El poder de la música es innegable, yo como cualquier mortal soy presa de su poder y el SAT lo sabe. Lo sabe de mí, de ti, de todos. Y esta información fue la que los llevó a crear esa canción tan pegajosa que te invita a hacer tu declaración con tanta #guapachosidad.
¿Han estado a las 2 am en la pista de baile de la boda del primo de tu amigo?, después de quizás 8 tragos con la luz ya baja, a tu alrededor señores con lentes gigantes, mujeres descalzas, pero con diadema de orejas de ratón, jóvenes con sombreros de todos tipos y collares de flores. De repente a las 2:03 empieza ese acorde, ese maldito acorde, comienza a sonar esto y todo el mundo se pierde, por un momento todos entran en su zona de Flow.
Pues así me sentí, en esa zona de Flow después de escuchar la canción del SAT y no pude evitar la necesidad indomable de ir al portal de hacienda y hacer mi declaración -bien jugado ahí SAT-
Y todo era gozo, verifiqué con un gusto perverso los XML deducibles y me fui hasta el fondo; Quería ya poder ver la cantidad que el SAT me iba a regresar, esos pesos que siempre se siente que valen como euros o bitcoins, que no son simples pesos, no señor porque se los quitas a “lolita” y no a la de Kubrick sino a una mejor: a hacienda. Para ese momento estaba casi como en la fiesta bailando esa cumbia… esa maldita cumbia. Pero la vida no es así, nunca es así de fácil. Lo que siguió fue como caer del Olimpo de la cumbia hasta el inframundo, ahí con los que bailan duranguense o peor aún tribal. Me salió impuesto a cargo, no podía creerlo, estaba sudando frio. Nueve mil pesos entrados a diez a pagar. ¿Qué hice mal? Me pregunté sin tener una respuesta, se me congeló el cerebro como a los gatos cuando comen algo frio segundos después (mentira fueron minutos) volví en mi para entrar en el apartado de mis ingresos y ahí fue donde descubrí todo… to be continued